Qué manera de embestir el toro, y qué forma de torear la de Rincón. Los pases por abajo, la única forma de dominar la situación. No había terminado uno cuando empezaba el siguiente. Y a todo esto, tratando de imponer el torero su propio ritmo. Algo inenarrable los primeros doblones por bajo y las tres tandas siguientes por la derecha. En el toreo al natural, aparentemente más sosegada la situación, al salir de la segunda tanda, por un momento Rincón le perdió la cara al toro, que se fue tras él como exhalación levantándole varios metros y a continuación buscándole en el suelo.
Una paliza tremenda, y menos mal que aparentemente no le había calado. Tras reponerse junto a la barrera volvió a la carga, aunque se le veía visiblemente mermado en el aspecto físico, que no en el anímico. Rincón volvió a dar distancia en unos circulares de gran emotividad, otra vez toro y torero fundidos en el crisol del poderío y la pujanza, el verdadero toreo de poder a poder.
Hubo un momento en el que se llegó a pedir el indulto y todo para el toro, pero Rincón consideraría que la obra bien acabada debía rematarse con la espada. Un primer pinchazo citando a recibir y en la suerte contraria dio paso al estoconazo definitivo, repitiendo en la misma suerte y terrenos. El toro patas arriba, la plaza en pie y blanca de pañuelos, mientras el torero, exhausto, era llevado a la enfermería. Dos orejas, que paseó la cuadrilla.
Texto: El mundo
No hay comentarios:
Publicar un comentario