El presidente Oliver se ha erigido en protagonista de la tarde al negar la segunda oreja del último a Daniel Luque, el diestro más destacado de lo que va de feria. Supongo que tendría prisa por enviar a analizar los pitones de los toros, cortitos y con las puntas abiertas algunos. Si es así, bueno. Si no, no se entiende la generosidad desmedida del jueves y el rigor de hoy. Si tirara de rigor a las doce de la mañana otro gallo nos cantaría y el público andaría menos crispado. Uno es normal que se crispe cuando se siente sistemáticamente estafado.
Daniel Luque pugna por recuperar el puesto de futurible y está en ello. La tarde que ha echado ha sido interesante. Al tercero le ha dado dos medias de cartel tras lancearlo con el pasito atrás, en una serie más aparente que buena. Luego el animalito se ha acabado pronto y ha estado aseado a dos manos. Sublime, por efectivo y entregado, el espadazo con que lo ha despachado. En el último ha brillado a la verónica, esta vez de verdad, y ha construido un trasteo muy sevillano, gustándose, fijando la atención de León para trazar un puñado de naturales sentidos, largos, templados y rematados por debajo de la pala del astita, en medio de varias series de buen tono general. Daniel ha cobrado una estocada casi entera que ha puesto patas arriba al de González y, a falta de pasear doble trofeo, se ha ido con el reconocimiento general.
Cayetano se ha enfrentado en quinto lugar a Buchonante, el toro de la tarde, que iba largo por ambos pitones. Pero Cayetano de torero sólo tiene el título y no se espera que en los próximos ochenta años pase de la teoría a la práctica. El hombre no tiene técnica y, en buena lógica, no manda en las acometidas. No sé qué le motivó a desafiar al tendido de sombra con la mirada cuando se había echado de rodillas, a quitarse las zapatillas. Bravuconadas sin sentido. El burel le ganó la acción casi todas las veces y no pasó de vulgar. En el epílogo dio un montón de pases por alto y no hubo más. El menor de los Rivera ya venía de pasar de puntillas en el segundo. Citó con cierta corrección, corrió la mano con decencia pero, al repetir la acción, dejaba el engaño muerto, como si no tuviera alma, y Ratero chocaba con la tela. Con la izquierda estuvo perfilero. Un cachondo, vecino de localidad, afirmó que el último pitón que ha visto en su vida fue en una visita que la seño de su clase organizó al reptilario del zoo. Era una serpiente de esa familia, se entiende.
El Fandi no ha podido lucirse en banderillas porque sus antagonistas tenían poca fuerza para colaborar en el espectáculo. A David no se le tiene como artista pero en el cuarto ha dejado un par de naturales que para sí quisieran algunos, Cayetano sin ir más lejos. En el que abrió plaza compaginó a partes iguales voluntad y tedio y con el cuarto se fue a la solanera donde desarrolló un montón de suertes que fueron jaleadas unánimemente por los habitantes ocasionales de ese rodal de la plaza.
Los picadores han sido espectadores privilegiados. Sólo el del segundo dejó un puyacito. En cambio, el del sexto marró y, sin rubor, con el toro metido en el peto, rectificó. Cinco simulacros de una suerte que, en honor a la verdad, se ha convertido en desgracia. Recuerdo cuando los viejos aficionados aseguraban que en el caballo se medía la bravura del toro. Si ahora no hay nada que medir, digo yo que será porque no hay bravura. Pero la duda es cuestión de otro debate.
Informa: COPE
Video: Aplausos
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